Uno de los pilares básicos de las décadas de los 70 y 80. Al mencionar Thin Lizzy a todo el mundo se le viene a la cabeza la imagen de Phil Lynnot (cantante y bajista), pero que duda cabe que tan importante como él fueron los músicos de los que se rodeó. Así pues, por el grupo pasaron nada menos que gente como Gary Moore, John Sykes (Blue Murder, Whitesnake), Darren Wharton (Dare) e incluso Phil Collins (en el álbum Johnny The fox). No obstante los músicos que más tiempo pasaron al lado de este mestizo irlandés fueron Brian Robertson y Scott Gorham a las guitarras, y Brian Downey a los parches.
La música de Thin Lizzy mezclaba el hard rock setentero más elegante con el folk tradicional irlandés que tanto gustaba al amigo Lynnot.
Podemos hablar también de la eterna influencia en grupos posteriores, que si Maiden (que versionearon su clásico “Massacre”), que si U2, Bon Jovi... pero vamos a lo que vamos.
“Jailbreak” no es el mejor disco de Thin Lizzy porque el mejor disco de Thin Lizzy no existe, son casi todos de un nivel supremo. Pero puede que sea el más representativo, quizá por contener una canción inmortal como “The boys are back in town”(votado single del año 76 por lectores y críticos del New Musical Express) o quizá por que el conjunto de canciones aquí presentes evoca mejor que en ningún otro álbum lo que es el sonido “Thin Lizzy”.
El disco te engancha desde el inicio con el arrebatador riff(de los que crean escuela) del tema título “Jailbreak”, con la que solían abrir sus conciertos. Sigue con “Angel from the coast”, con esos versos sobre la mafia y esas guitarras dobladas que tanto influenciaron a Iron Maiden. “Running back” contiene unas deliciosas lineas de piano y es muestra inequívoca de la elegante factura de las canciones del grupo, amén de ese estupendo solo precedido por, una vez más, esas cristalinas guitarras dobladas. Una gozada para los oídos. Más canciones, “Romeo and the Lonely Girl” con su estribillo comercial pero estupendo y su de nuevo grandioso solo. Y es que el sonido que sacaban Gorham y Roberston a las guitarras era algo único, muy elegantes y siempre sin perder esa melodía tan fina y elegante, siempre basado en el hard rock claro está. “Warriors” era una canción más dura, con otro solo para enmarcar y una coda final maravillosa. A continuación le tocaba el turno a “The boys are back in town”, que decir de está canción, ¿hay alguien que no la haya escuchado? Es una de esas “rara avis” conocido como “single perfecto” que, aún siendo la más comercial del disco, no pierde en ningún momento la esencia del sonido “thin lizzy”. La balada del disco es “Fight or fall” y puede que para alguno sea el punto flojo del disco, en mi opinión tiene mucha atmósfera y feeling, y un solo de lleno de sentimiento que eriza el pelo. “Cowboy song” es uno de los puntos más fuertes del disco, con esos cambios de ritmo que pasan del country al hard rock de lujo y otra vez solos de guitarra para estudiar. Y en lo más alto si hablamos de feeling se sitúa la última canción, “Emerald”, una maravilla épica en la que la banda entera destila un sentimiento único, con esa coda final instrumental grandiosa. No hay palabras para definir tal torrente de emociones.
Un disco que refleja a la perfección las virtudes de Thin Lizzy, la peculiar voz de Lynnot, el sonido tan limpio de las guitarras y ese feeling que tantas bandas buscan pero que es tan difícil de encontrar. Lo mejor es que el derroche de genialidad no terminó aquí y Thin Lizzy habrían de facturar todavía una colección de obras maestras (eso sí, con numerosos cambios en la formación) realmente asombrosa.
La música de Thin Lizzy mezclaba el hard rock setentero más elegante con el folk tradicional irlandés que tanto gustaba al amigo Lynnot.
Podemos hablar también de la eterna influencia en grupos posteriores, que si Maiden (que versionearon su clásico “Massacre”), que si U2, Bon Jovi... pero vamos a lo que vamos.
“Jailbreak” no es el mejor disco de Thin Lizzy porque el mejor disco de Thin Lizzy no existe, son casi todos de un nivel supremo. Pero puede que sea el más representativo, quizá por contener una canción inmortal como “The boys are back in town”(votado single del año 76 por lectores y críticos del New Musical Express) o quizá por que el conjunto de canciones aquí presentes evoca mejor que en ningún otro álbum lo que es el sonido “Thin Lizzy”.
El disco te engancha desde el inicio con el arrebatador riff(de los que crean escuela) del tema título “Jailbreak”, con la que solían abrir sus conciertos. Sigue con “Angel from the coast”, con esos versos sobre la mafia y esas guitarras dobladas que tanto influenciaron a Iron Maiden. “Running back” contiene unas deliciosas lineas de piano y es muestra inequívoca de la elegante factura de las canciones del grupo, amén de ese estupendo solo precedido por, una vez más, esas cristalinas guitarras dobladas. Una gozada para los oídos. Más canciones, “Romeo and the Lonely Girl” con su estribillo comercial pero estupendo y su de nuevo grandioso solo. Y es que el sonido que sacaban Gorham y Roberston a las guitarras era algo único, muy elegantes y siempre sin perder esa melodía tan fina y elegante, siempre basado en el hard rock claro está. “Warriors” era una canción más dura, con otro solo para enmarcar y una coda final maravillosa. A continuación le tocaba el turno a “The boys are back in town”, que decir de está canción, ¿hay alguien que no la haya escuchado? Es una de esas “rara avis” conocido como “single perfecto” que, aún siendo la más comercial del disco, no pierde en ningún momento la esencia del sonido “thin lizzy”. La balada del disco es “Fight or fall” y puede que para alguno sea el punto flojo del disco, en mi opinión tiene mucha atmósfera y feeling, y un solo de lleno de sentimiento que eriza el pelo. “Cowboy song” es uno de los puntos más fuertes del disco, con esos cambios de ritmo que pasan del country al hard rock de lujo y otra vez solos de guitarra para estudiar. Y en lo más alto si hablamos de feeling se sitúa la última canción, “Emerald”, una maravilla épica en la que la banda entera destila un sentimiento único, con esa coda final instrumental grandiosa. No hay palabras para definir tal torrente de emociones.
Un disco que refleja a la perfección las virtudes de Thin Lizzy, la peculiar voz de Lynnot, el sonido tan limpio de las guitarras y ese feeling que tantas bandas buscan pero que es tan difícil de encontrar. Lo mejor es que el derroche de genialidad no terminó aquí y Thin Lizzy habrían de facturar todavía una colección de obras maestras (eso sí, con numerosos cambios en la formación) realmente asombrosa.