Emparedado entre el brutal "In Rock" de 1970 y el memorable "Machine Head" de 1972, el quinto álbum de estudio de Deep Purple, segundo del Mark II, "Fireball", quedó injustamente desterrado por la enorme repercusión de ambos.
Puede que "Fireball", publicado en 1971, sea un trabajo algo menos accesible que "In Rock" o "Machine Head", pero muestra a una banda en absoluto estado de inspiración, una banda que trata de pulir su sonido sin miedo a la experimentación y a la innovación e improvisación.
Es posible que Deep Purple, en su formato Mark II, tratase de hacer algo más progresivo el endurecido sonido del "In Rock", y el resultado, sin duda alguna, es brillante. No tan duro como el propio "In Rock", ni tan altivo como "Machine Head", pero seguramente dotado de una mayor refinación que aquellos dos históricos trabajos.
La banda al completo acredita la producción de "Fireball", obteniendo una impactante variedad sonora que traslada sin esfuerzo de unas bases a otras permitiendo al mismo tiempo obtener consciencia de la grandeza del grupo.
De nuevo el line up del Mark II muestra todo su potencial. La poderosa sección rítmica que componen Roger Glover y sus poderosas líneas de bajo e Ian Paice y su temperamental batería, uno de los aspectos que mejor definen el álbum, conducen esta potente máquina de demolición a través de unas bases increíblemente blues y funky. Glover y Paice son el soporte perfecto para la acrobática guitarra de Ritchie Blackmore, más intensa y presente que nunca, marcando la dirección y el camino que debe seguir el álbum, del mismo modo que los teclados estratosféricos de Jon Lord añaden textura y profundidad a cada corte de "Fireball". Además, cada solo suyo en el álbum es más alucinante y original que el anterior.
La habilidad de Ian Gillan como vocalista ha madurado desde "In Rock", y su sorprendente rango vocal se encuentra en la cima en muchos de los mejores momentos del álbum. Su interpretación vocal casi se puede considerar perfecta en "Fireball".
Las letras son otro de los elementos destacables en "Fireball". Probablemente escritas por Gillan y Glover, son a menudo irreverentes y jocosas, pero también más confidenciales e interesantes que en otros esfuerzos del Mark II. Por supuesto la manera de interpretarlas de Ian Gillan les da ese punto extra.
El álbum abre con el monstruoso y sobrecogedor "Fireball", de un estilo parecido al del "Speed King" del "In Rock". Inmensa en guitarras y teclados, enérgica y con algunos de los mejores dobles solos de la carrera de Blackmore. La cínica y afilada "No No No" ofrece algunas de las mejores letras del álbum. Algo desconocida pero genial a través de un riff memorable y un Gillan en estado de excepción. Atención a la slide guitar y a los solos.
"Strange Kind Of Woman" y "Demon's Eye" alternan las ediciones norteamericana y británica respectivamente, pero ambas podían perfectamente haber compartido disco. Las divertidas letras y el alucinante solo de Blackmore en "Strange Kind Of Woman" hubieran combinado acertadamente con la agresividad refinada de "Demon's Eye". Juntos están en la excelente edición del 25 aniversario de "Fireball".
Algo más acústico es "Anyone's Daughter", un cachondo tema que rompe la cohesión del álbum en base a su formato de parodia country. Inmenso el piano de Lord y perfecto Gillan, a la altura de un tema que probablemente se hubiese llamado "Farmer's Daughter" si la época no lo hubiese considerado demasiado profano.
"The Mule" podría gozar del privilegio de ser la pieza central del álbum, obra maestra en cuanto a la interpretación de batería y teclado se refiere. Después la épica "Fools" y sus ocho minutos de riffs apabullantes. Una pieza única cargada de poder de la que probablemente Blackmore obtuvo algunas ideas para la inmensa versión del "Space Truckin'" que Deep Purple se marcarían en el "Made In Japan".
"No One Came" pone punto final a "Fireball" con una soberbia interacción entre teclados y guitarras, una constante a lo largo de todo el álbum, ahora con un acertado sabor a funky rock.
De nuevo Deep Purple, esta vez mediante "Fireball", transportan a aquellos tiempos en los que el talento, la innovación y la experimentación eran las prioridades de cualquier gran banda, en detrimento de la imagen y el envoltorio, máximas de la mayoría de los grupos de hoy en día.
Un disco que no recibió la difusión que merecía, seguramente escondido por su antecesor y su predecesor, pero obra maestra también, a caballo entre ambas.
Kids Wanna Rock
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