Es indiscutible la repercusión que tubo Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan, en la música contemporánea. Es de los pocos artistas que se han mantenido vigentes por cincuenta años, ha editado discos de gran relevancia en cada década que han trascurrido desde su aparición en los sesentas hasta los dosmiles y aunque se le relaciona siempre con el folk, ha incursionado en un gran número de estilos de música popular, como el blues, country, gospell, rock, rockabilly, villancicos e incluso ciertos dejos de swing y de jazz.
Inicialmente su carrera despegó con un disco homónimo en el año de 1962, el cual incluía sólo dos composiciones propias de los trece cortes que lo completaban, “Talkin new York” y “Song to Woody” (homenaje a su gran ídolo el cantante Woody Gutrie) y varios clásicos como “A man in Constant Sorrow” o “The House of the Rising Sun” pero para 1963 edita “The freewheelin’ Bob Dylan” y entonces comienza el conteo de obras maestras.
A diferencia del primero, este contaba sólo con dos temas de dominio popular, los otros once son composiciones originales, en los que ya era mucho más clara la dirección lírica de las canciones, generalmente abarcaba temas sociales y filosóficos con contenidos literarios sumamente vastos y una carga poética bastante fuerte. Las críticas que el cantautor realizaba a través de sus canciones se oponían a las convenciones más grandes de la música popular de la época, lo que lo llevaron a ser uno de los íconos más importantes de los años sesentas.
El álbum abre ni más ni menos que con “Blowin in the Wind”, uno de los temas más populares no sólo del cantautor, sino de la historia de la música popular, el cual al poco tiempo habría de convertirse en uno de los himnos antibélicos de la época. También incluye otros de los infaltables en su cancionero como “Dont Think Trice it’s all Right” o “I Shall be Free”. Sin embargo y a pesar de la popularidad de sus canciones en voz de Joan Baez y de Peter, Paul and Mary, sus ventas fueron de principio moderadas, hasta que tras una invitación al programa de Ed Sullivan, en la que la disquera le prohibió tocar una canción que ya habían sacado del álbum y consideraban peligrosa, Bob Dylan decidió no aparecer, alegando que si querían que se presentara, le permitirían tocar lo que el decidiera. Historias de este acto fueron noticia en New York Times y otros periódicos, en beneficio de la imagen del cantautor, que al rechazar la publicidad a favor de su integridad artística, se convirtió en un vocero de la nueva generación y en un héroe contracultural, haciendo del disco un tremendo éxito en cosa de pocos meses.
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