Que Taylor Swift quiere dejar de ser la princesa country para convertirse en estrella del pop nos quedó claro desde que escuchamos por primera vez We Are Never Ever Getting Back Together. Desde que empezó, sus discos han tenido un éxito enorme en Estados Unidos y especialmente entre el público country. Sin embargo, no ha conseguido extenderlo más allá de su país y solo de forma tibia entre el sector no demasiado interesado en lo que se cuece en Nashville.
Con Red, Taylor va a intentar cambiar esta situación. Sin comprometer sus raíces country –aunque tampoco nos engañemos, lo suyo siempre ha sido más bien un country-pop-, ha probado otros sonidos. Y el resultado ha sido positivo.
I Knew You Were Trouble es el mejor ejemplo de que Taylor se ha abierto a nuevos géneros. Su incursión en el dubstep viene de la mano de Max Martin y Shellback, que la han ayudado a dejarse llevar por las modas en este buen experimento que mantiene la esencia pop-rock de la cantante. Los dos productores también aparecen en We Are Never Ever Getting Back Together, uno de los éxitos incontestables del año. Un estribillo pegadizo y divertido y unas estrofas habladas hacen que se recuerde desde la primera escucha y que se quiera poner en “repeat”. En esa línea de pop sin complicaciones está 22, en la que Taylor anima a disfrutar del momento sin pensar en nada. Y realmente lo consigue con uno de los temas más eficaces del álbum.
Red supone un acertado coqueteo con la electrónica (irresistible el momento “R-r-red” del estribillo), mientras que en State Of Grace opta por un rock suave con una batería intensa y unos buenos punteos de guitarra. Mejor que el country-rock acelerado de Holy Ground, que aun así funciona bien como corte de disco. En The Last Time colabora con Gary Lightbody de Snow Patrol. Si a ello se le suma que la producción ha corrido a cargo de un habitual de los discos del grupo, es normal que Taylor suene a los escoceses. Y no es malo. La canción tiene cierta épica, un punto de dramatismo y un buen puente. Otra aparición estelar, la de Ed Sheeran, supone un estímulo. Suyos son los sutiles beats hip hop de Everything Has Changed, que aportan gracia a uno de esos temas sobre el amor que a la cantante le salen de forma casi automática.
Pero por mucho que Taylor pruebe otros estilos, no olvida a su fiel público country. Lo malo es que precisamente ahí ofrece los cortes más aburridos y predecibles. Hay canciones anodinas (Sad Beautiful Tragic y Treacherous), buenrolleras pero muy ñoñas (Stay Stay Stay) y otras que apuntan maneras pero terminan siendo más apropiadas como bonus track (The Lucky One y Starlight). Sin embargo, esta vertiente ofrece grandes momentos: All Too Well, que podría haberse incluido en Speak Now, y Begin Again, una canción que con un ritmo muy suave da esperanza tras una ruptura sentimental.
En Red, Taylor Swift ha sabido combinar con mucha destreza nuevos sonidos que le permitan ampliar su público con un estilo que a la vez complazca a sus fans más antiguos. Durante el proceso no ha perdido de vista lo sincero de sus letras, contando historias (sobre todo de amor y desamor) que ha vivido y que permiten jugar a encontrar las referencias, por ejemplo, a Jake Gyllenhaal en We Are Never Ever Getting Back Together o a Conor Kennedy en Starlight. La carrera de Taylor ha tomado un buen rumbo con este cuarto disco.